Los americanos tienen suficientes razones para estar molestos con el jueguito político que ha llevado a cabo la Casa Blanca poniendo barricadas al Monumento Conmemorativo de la Segunda Guerra Mundial, en Washington. Y desde luego que deberían estarlo. Según la legislación federal, no existen razones que justifiquen el cierre del monumento.
De forma muy parecida a lo que sucedió al día siguiente de que dieran comienzo los recortes presupuestarios debidos al embargo de fondos, la mayoría de la gente se levantará hoy viendo que el país y sus vidas no son muy diferentes. Todo el temor y la ansiedad por el cierre del gobierno (que están alcanzando proporciones similares al efecto 2000) es en realidad una distracción.
Algunas de las afirmaciones que se han estado haciendo acerca de qué le sucede al gobierno federal cuando se produce una falta de financiación han estado cercanas a la histeria, como ha sido el caso del senador Tom Harkin (D-IA), que ha llegado a afirmar que un cierre sería “tan peligroso como la ruptura de la Unión previa a la Guerra Civil”. A continuación le mostramos las respuestas a algunas preguntas básicas sobre el cierre del gobierno.
El presidente Obama dio el pasado día 30 de julio el segundo de su serie de discursos de verano sobre economía. Como en el primero de la semana anterior, recicló varias políticas de actuación antiguas que ya había presentado antes. La única normativa nueva de interés fue otro intento por presentar lo que él denominó una “gran oferta”.