El capitán Louis Renault se mostraba “escandalizado, escandalizado” al descubrir que se seguía jugando en “Casablanca” y lo mismo sucede con los investigadores de Naciones Unidas que examinan los abusos contra los derechos humanos en Corea del Norte. El mes pasado, una Comisión de Investigación oficial de la ONU proclamó el “escandalizado” testimonio de las “extendidas y graves violaciones” contra los derechos humanos de su pueblo por parte del régimen de Pyongyang. Pero ¿qué es más perturbador, los detalles conocidos desde hace tanto tiempo de la brutalidad de Pyongyang o que sólo ahora vaya a investigarla la ONU?
La comisión de investigación de Naciones Unidas sobre los abusos contra los derechos humanos en Corea del Norte empezó el pasado 20 de agosto a tomar declaración a los ciudadanos norcoreanos huidos a Corea del Sur. Se trata de la primera comisión de la ONU que investiga los abusos contra los derechos humanos en Corea del Norte y si se podrían clasificar como crímenes contra la humanidad.
Este 27 de agosto se cumplió el 10º aniversario del inicio de las Conversaciones a Seis Bandas para conseguir que Corea del Norte destruyera las armas nucleares que previamente había prometido que nunca construiría. Es improbable que haya algún tipo de celebración, puesto que las conversaciones no tuvieron ningún éxito. Bueno sí, hubo acuerdos en el transcurso de esa década, pero no supusieron ningún progreso tangible para la consecución del verdadero objetivo: la desnuclearización de Corea del Norte.
La intercepción de un barco norcoreano que transportaba misiles, cazas y otras armas desde Cuba a través del Canal de Panamá debería ser una llamada de atención para la administración Obama, en un momento en el que se están retomando las conversaciones sobre inmigración con los responsables cubanos por primera vez desde 2011.
Aumentar la transparencia y reducir los malos entendidos entre Washington y Pekín son objetivos loables, pero no deberían ocultar o distraer del verdadero objetivo de proteger los intereses nacionales de Estados Unidos y de alcanzar los objetivos estratégicos americanos. Las fricciones entre Washington y Pekín (ya sean por Corea del Norte o en otros asuntos asiáticos a mayor escala) no se deben a “malentendidos”, sino más bien a principios y objetivos enormemente divergentes.