Es conveniente que los latinoamericanos aprendamos de una vez una lección bastante obvia: la estructura republicana es muy frágil y sólo se sostiene a largo plazo si las sociedades son capaces de segregar gobiernos que acepten y cumplan las reglas que le dan sentido y forma a esa manera de organizar la convivencia.
No poco revuelo ha causado la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de conminar a todos los estados de la Unión a que integren en sus respectivos ordenamientos el matrimonio homosexual o eliminen las prohibiciones expresas de ese tipo de matrimonio. Pero desviándonos del debate respecto de la justicia o necesidad del matrimonio homosexual, he notado que en toda la discusión provocada no se ha tocado mucho un punto cuya relevancia trasciende a este caso: el régimen constitucional.
La Carta Magna es la precursora de la constitución porque le da la guía material que ésta ha de seguir en los siglos postreros: La protección de la libertad y la limitación del poder. Y es que logró poner por escrito cómo limitar el poder político así como la protección de la vida y la libertad del individuo mediante el habeas corpus o principio de legalidad.