El gobierno tiene dos herramientas principales que utiliza para lograr sus objetivos: Impuestos y regulación.
Los impuestos son lo que mejor se entiende ya que son directos: todo el mundo paga algún tipo de impuesto. El gobierno toma ese dinero y lo gasta en servicios públicos tales como las fuerzas armadas, las cortes de justicia, las carreteras y demás.
En Washington, los hechos pueden ser a veces una cuestión de terquedad. Supongo que es por eso por lo que los críticos de los medios de comunicación pensaron que mis comentarios, realizados el pasado lunes durante una reunión de la asociación de gobernadores (que puso de manifiesto el lento crecimiento y las fallidas políticas económicas de nuestro presidente) fueron impolíticos o descorteses.
En su discurso en la Universidad Knox, el presidente Obama presentó su plan para convertir a Estados Unidos en Detroit: unos impuestos más altos, un gasto mayor, un aumento de los salarios mínimos, más mandatos y volver a trazar el camino hacia la posibilidad de escalar socialmente mediante unos programas que ya se han probado y han fracasado.
El comercio está de nuevo en la agenda del presidente Obama, debido a algunas menciones destacadas incluidas en su discurso sobre el Estado de la Unión. Según el presidente, las propuestas para los Acuerdos de Asociación Transpacíficos y Transatlánticos deberían impulsar las exportaciones y crear empleos en Estados Unidos.
Sin embargo, las exportaciones son sólo una cara de la moneda. El libre comercio también impulsa las importaciones. Estas no sólo proporcionan bienes baratos y productos diferentes a los consumidores americanos, sino que también crean miles de empleos.