La pasada semana, el presidente Obama anunció su intención de vetar la propuesta cuando avisó: “Rechazaré cualquier intento de vincular Keystone con el recorte de impuestos sobre la nómina”. Para ser completamente claros, la única parte de este proyecto de ley que significativamente creará empleos es la única parte que el presidente Obama está amenazando con vetar.
El gasto de Estados Unidos va por una ruta insostenible. Y aunque no estamos tan mal como Europa, nuestra proa está enfilada hacia ese mismo rumbo. Hará falta políticos muy valientes –que los hay– para salir de este terrible atolladero. Aunque el Supercomité haya fracasado en su cometido, la deuda sigue allí y, como afirma el vicepresidente de la Fundación Heritage David S. Addington, “el Congreso deberá actuar para poner el gasto federal bajo control, de una manera ponderada e inteligente, que cubra las necesidades del pueblo americano”. Es urgente.
Esta semana, el reloj de la deuda nacional de Estados Unidos marcó un hito de pesadilla: la cifra récord de $15 billones. No basta con palabras para describir el alcance del endeudamiento debido al gasto federal, pero es indudablemente una asombrosa cifra que ha crecido drásticamente en la pasada década y es más de $4 billones más grande que cuando el presidente Barack Obama llegó al cargo hace tres años.