El presidente Obama dio el pasado día 30 de julio el segundo de su serie de discursos de verano sobre economía. Como en el primero de la semana anterior, recicló varias políticas de actuación antiguas que ya había presentado antes. La única normativa nueva de interés fue otro intento por presentar lo que él denominó una “gran oferta”.
El periódico Wall Street Journal informa de que el anticompetitivo código tributario empresarial de Estados Unidos está llevando a que las empresas americanas relocalicen sus sedes centrales en otros países. Es decir, unas de las principales razones por las que estas empresas están huyendo de nuestras fronteras son los impuestos.
Desde ayer, el impuesto sobre sociedades de Estados Unidos que es del 39.2 % ocupa el primer puesto en el mundo entero, ganándole a Japón que recientemente bajó su impuesto del 39.5% al 36.8% (el impuesto sobre sociedades de Estados Unidos incluye el 35% de la tasa federal más la tasa promedio adicional de los estados). Esto está bastante por encima del 25% de promedio de otras naciones desarrolladas.
El código tributario de Estados Unidos necesita ser reformado, pura y simplemente. El actual sistema fiscal desalienta el ahorro, la inversión y el espíritu emprendedor. Es un freno a la productividad, el crecimiento del empleo, la competitividad internacional y los salarios. Es complicado más allá de lo imaginable y eso tiene que cambiar. La buena noticia es que hay una solución que puede constituir el fin del complejo código tributario americano de una vez por todas: El “Nuevo impuesto único”(flat tax) de la Fundación Heritage.