Hace veinte años el mundo vio cómo caía la Unión Soviética. El régimen “plantado por bayonetas”, como en una ocasión lo describió el presidente Ronald Reagan, no consiguió arraigarse y finalmente el imperio que se amuralló tras una Cortina de Hierro para aislarse de Occidente no pudo escudar a su pueblo de la refulgente luz de la democracia.
Pero la realidad de Cuba se parece poco a la narrativa sobre la pequeña isla valiente. La penuria de Cuba no tiene nada que ver con la decisión de Estados Unidos de no comerciar con la isla comunista, sino con que la isla sea comunista en primer lugar. Si el comunismo produjo miseria en Europa y Asia (donde la mitad de Alemania y Corea se quedaron estancadas bajo la represión mientras que sus mitades capitalistas prosperaban en libertad económica y política), ¿por qué iba a ser diferente el resultado en el Caribe?
Las políticas de la administración de Obama han fracasado hasta este punto y un estancamiento a largo plazo al estilo de Japón también podría producirse a menos que haya un fundamental cambio de rumbo y se tomen pasos decisivos. Los dos pasos más importantes son detener las arremetidas reguladoras del gobierno federal y poner el presupuesto federal en un camino creíble hacia el equilibrio mediante la reducción del gasto de forma rápida y constante.
Legatum ha anunciado con bombos y platillos el erróneo resultado de que China ha eclipsado a Estados Unidos en la estrecha dimensión económica de su medida de prosperidad. Una comparación bilateral con fundamentos tan cuestionables debería ser tratada en consecuencia, no destacada como un gran resultado.
La Fundación Heritage coauspiciará el debate presidencial republicano sobre política exterior y seguridad nacional conjuntamente con el American Enterprise Institute (AEI) y la CNN según anunciaron anoche representantes de los dos centros de investigación política con sede en Washington y la cadena global de noticias por cable.
La Constitución confiere al gobierno federal el poder de hacer política exterior. Impide a los estados entrar en “cualquier tratado, alianza, o confederación”. En el seno del gobierno federal, la Constitución divide el poder de hacer política exterior entre el presidente y el Senado, dándoles una autoridad compartida para formular tratados y extender reconocimiento diplomático a otras naciones.