Por primera vez en cuatro años, el Congreso de Estados Unidos se encuentra inmerso en un intenso debate presupuestario. Tómese un momento para decir al menos “¡Hurra!”, aunque sea de forma contenida. El gobierno federal se ha embarcado por fin en su responsabilidad más básica. Este es el precio exigido en febrero por los republicanos de la Cámara de Representantes a los demócratas del Senado para aumentar el límite de la deuda. Hasta aquí, todo perfecto.
A primera vista, el presupuesto desvelado hoy por el presidente del Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes Paul D. Ryan (R-WI) propicia las tan necesitadas reformas y consigue de una manera importante el objetivo vital de balancear el presupuesto en el plazo de una década, aunque en esto dependa parcialmente de las subidas de impuestos de Obama. No se trata de una solución milagrosa, sino de un presupuesto estático, en lugar de ser un plan audaz que se base en reformas de años anteriores.