La diplomacia pública americana tiene como objetivo difundir entre las audiencias extranjeras una comprensión y un reconocimiento de los ideales, principios, instituciones y normativas de América. Esto significa que la diplomacia pública de Estados Unidos se debe estar firmemente basada en esos principios e ideales, incluyendo los relativos a la religión
Estados Unidos es una nación soberana. La soberanía es una idea simple: Estados Unidos es una nación independiente, gobernada por el pueblo americano, que controla sus propios asuntos. El pueblo adoptó la Constitución y creó un gobierno. Elige a sus representantes y hace sus propias leyes. Los Padres Fundadores comprendieron que si América no tenía soberanía, no tendría independencia. Si una potencia extranjera puede decirle a América “lo que tenemos o no tenemos que hacer” según escribió George Washington a Alexander Hamilton, eso significaría que “todavía seguimos buscando Independencia y …
El camino que hemos estado siguiendo está convirtiendo América en un lugar muy diferente: un país ahogado por una economía extremadamente regulada, industrias nacionalizadas, atención médica dirigida por el gobierno, reguladas más por burócratas y jueces que por el consentimiento de los gobernados y con una política exterior que da demasiadas deferencias a organizaciones internacionales que socavan la soberanía.
Como el escritor inglés G.K. Chesterton genialmente indicó: “América es la única nación del mundo que se ha fundado sobre un credo”. Ese credo se formula claramente en la Declaración de Independencia con la que las colonias americanas anunciaron su separación de Gran Bretaña. La Declaración es una imperecedera afirmación de derechos inherentes, de los propósitos adecuados del gobierno y de los límites de la autoridad política.
Sin Washington, Estados Unidos nunca habría ganado su Guerra de Independencia; él fue el catalizador de la fundación estadounidense. Aún más significativo es que demostró que el gobierno republicano no sólo era posible sino que en efecto era algo noble. Derrotado y exiliado, Napoleón lamentaba el significado de todo aquello: “Querían que yo fuera otro Washington”.