Las conversaciones de Ginebra han hecho que de nuevo surjan esperanzas de un avance en las conversaciones con Irán sobre asuntos nucleares, durante tanto tiempo estancadas. Los diplomáticos occidentales han expresado un “optimismo con cautela” acerca de las perspectivas de éxito tras dos días de conversaciones. No obstante, Irán no se ha movido de su desafío a los elementos clave de las múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU; simplemente ha adoptado un tono más suave y diplomático.
Hace unas semanas, el secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que la elección de Hasán Rouhaní como presidente de Irán representa “una llamada del pueblo iraní a favor del cambio” y “una oportunidad para que Irán actúe rápidamente para resolver las profundas preocupaciones de la comunidad internacional sobre su programa nuclear”. Sin embargo, puede que esto resulte una vana ilusión.
El Subcomité de Supervisión y Eficiencia de la Administración celebró recientemente una sesión sobre la influencia y la presencia de Irán en Latinoamérica. Contrariamente a lo indicado en un informe anterior hecho público por el Departamento de Estado, todos los expertos que testificaron expresaron su honda preocupación acerca de lo que describieron como la creciente influencia de Irán en la región.
Recientemente el Departamento de Estado presentó un informe al Congreso evaluando la amenaza que supone Irán para el Hemisferio Occidental. Desgraciadamente, parece que el Departamento de Estado desatendió la posibilidad de consultar a los aliados de Estados Unidos en Latinoamérica e ignoró las investigaciones que contradecían sus afirmaciones.