La historia nos ha enseñado a través del tiempo y de las víctimas de injusticias toleradas en nombre del “bien común” que un gobierno demasiado poderoso es capaz de cometer atrocidades y abusos incluso en contra de su propia gente. Sin embargo, tampoco debemos olvidar los peligros de un Estado sin orden, sin leyes y sin una autoridad que vele por la justicia. Esto es lo que alarma a aquellos que se rehúsan a ser críticos con el Estado omnipresente.