Reducir el gasto –incluyendo muy en particular los programas de derechos a beneficios— en busca de un presupuesto equilibrado que al mismo tiempo proteja a Estados Unidos y no aumente los impuestos. Hecho correctamente, esto llevaría al crecimiento económico, más empleo, menos gobierno y el recuperación de la calificación crediticia del país. Lo podemos lograr.
El secretario del Tesoro, Timothy Geithner, aseguró que nunca sucedería. Y con tanto politiqueo, lo que nunca iba a pasar, pasó. Ayer, la agencia de calificación crediticia Standard and Poor’s (S&P), degradó la deuda de Estados Unidos por primera vez en su historia. La nación perdió así su envidiable AAA y se quedó con AA+. No será el fin del mundo pero cómo va a costar recuperar lo perdido.
Nunca se dijo mayor verdad. En la conferencia de prensa de ayer, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney admitió: “La Casa Blanca no crea empleos”. Como dijo después el columnista político del periódico Examiner, Timothy P. Carney, los conservadores debería dar la bienvenida a este pronunciamiento como “una verdadera y de largo esperada admisión de los límites del gobierno”.
No importa que la seguridad financiera de millones de americanos y otros resulte perjudicada en el proceso. La administración necesita lo que ya ha denominado “el desplome Boehner” —en referencia al presidente republicano de la Cámara de Representantes John Boehner— para tratar de salirse con la suya en las negociaciones del límite de la deuda.