En política es fácil demonizar a los ricos y propalar la lucha de clases, pero destruir a las personas en vez de ayudar a otros a crecer no es forma de gobernar un país. Si los políticos de Washington quieren verdaderamente dar un vuelco a la nación, deberían centrarse en la forma de elevar el listón y ayudar a las personas a tener éxito — no en denigrar verdaderas historias de éxito para ser héroes populistas.
Con la Enmienda Durbin —así conocida por su propulsor, el senador Dick Durbin (D-IL)—, el gobierno federal limita ahora la cantidad de dinero que los bancos pueden cobrar a los comerciantes por el uso de sus terminales cuando Ud. pasa su tarjeta de débito – algo que les cuesta a los bancos aproximadamente unos $6,600 millones por año en ingresos. En vez de recuperar estos costos a través de los comerciantes, los bancos quieren que los paguen los consumidores.
Entre políticos y académicos, la filosofía keynesiana es lo universalmente aceptado. Sin embargo, sus repetidos fracasos en años recientes han dejado a los americanos buscando una explicación alternativa al keynesianismo y es algo que su sentido común ya les dice a gritos: Gastar no es la vía a la prosperidad económica, ya sea un gasto de $447,000 millones o de $845,000 millones.
En septiembre, el presidente Obama debe pronunciar un discurso en el que desvelará un nuevo plan para crear empleos y hacer que la economía de Estados Unidos crezca otra vez. El problema es que el plan probablemente estará diseñado con las mismas nociones que produjeron las políticas que han llevado a la economía de la nación donde está hoy. Si Estados Unidos no desea seguir con déficits y desempleo sin fin, entonces hace falta una nueva agenda.