Transcurrido medio siglo del nacimiento en bloque de estos movimientos marixistas en América Latina, suele olvidarse su acción y se ha establecido una especie de “verdad oficial” al definirlos como grupos de “jóvenes idealistas” que no necesariamente instauraron el terror asesinando, destruyendo y aterrorizando a la población civil, que en su inmensa mayoría, aspiraba a convertirse en países prósperos, libres y en paz.
Latinoamérica tiene una perspectiva pesimista en lo político. Llueven las denuncias de corrupción y tráfico de influencias, basta ver como el panorama de Brasil, Guatemala, Chile y Argentina tienen similitudes casi calcadas: corrupción en empresas estatales para beneficiar a familiares, tráfico de influencias con empresarios mercantilistas y financiamiento irregular de campañas políticas. La solución es siempre la misma: Más Estado y más políticos – para acabar siempre igual, con otra ronda de más Estado y más políticos.