La administración también debe quitarse los “guantes de seda” en sus tratos con Irán. Además de la plena aplicación de las sanciones, la Casa Blanca debe comenzar a presionar seriamente al régimen de Teherán respecto a su abismal situación de derechos humanos. En cuanto a los sospechosos, debería presionarse a la administración para que explique lo que el gobierno de Estados Unidos está haciendo con respecto a traer de regreso a Estados Unidos al sospechoso Gholam Shakuri, miembro de la Fuerza Quds de Irán asentado en ese país, para que se enfrente a la justicia.
Será el trabajo duro pero necesario para el próximo presidente de Estados Unidos —sea quien sea— restaurar el prestigio y la credibilidad internacional de Estados Unidos. Mantener la fuerza militar de la nación, reforzar su diplomacia internacional y usar la diplomacia pública para recordar al mundo los logros y la influencia de Estados Unidos deben ser parte de esa tarea.
Los legisladores de Estados Unidos están finalmente despertando ante esa posibilidad de que China le dispute la primacía a Estados Unidos no solo militar y económicamente sino en las esferas de la información y la diplomacia pública. Por lo menos, algunos en el Congreso están decididos a cerciorarse de que Estados Unidos se enfrente al reto y que el gobierno chino no se salga con la suya usando oportunismo descarado en nuestro ambiente mediático libre y sin censura.
Entre políticos y académicos, la filosofía keynesiana es lo universalmente aceptado. Sin embargo, sus repetidos fracasos en años recientes han dejado a los americanos buscando una explicación alternativa al keynesianismo y es algo que su sentido común ya les dice a gritos: Gastar no es la vía a la prosperidad económica, ya sea un gasto de $447,000 millones o de $845,000 millones.