Los Fundadores de Estados Unidos sin duda creían que una red de seguridad mínima era deseable. Sin embargo, ellos verían el enfoque actual sobre los ingresos dispares de crecimiento, como fuera de lugar y perniciosos. La prosperidad es inseparable de la desigualdad económica, y a la inversa, la igualdad económica forzada tiende hacia la pobreza.
Casi 150 años después, es hora de hacer un chequeo de perspectiva. Si Lincoln podía alentar a sus conciudadanos a dar gracias en una etapa tan sombría, ¿cómo puede alguno de nosotros quejarse de su suerte? ¿Cómo podemos leer encuestas indicando que nuestros mejores días ya pasaron, que todo lo que podemos hacer es gestionar nuestro “inevitable” declive? Qué sinsentido.
Los Fundadores abordaron la política exterior desde una evaluación realista de la idiosincracia humana y de la naturaleza de las relaciones internacionales. Asumir imprudentemente que, por ejemplo, el Irán del siglo XXI renunciará a su programa de armas nucleares o a sus ambiciones por la hegemonía regional si no hubiera contraofensivas americanas es sin duda calcular sobre “los resortes más débiles del temperamento humano”. También es descuidar la tarea más importante del gobierno federal: “la seguridad contra el peligro exterior”.
La Constitución otorga al presidente de Estados Unidos el pleno “poder ejecutivo” del gobierno federal. Se le denomina “Comandante en Jefe del Ejército y la Armada de Estados Unidos y de la Milicia de los diversos Estados, cuando se llamen al servicio activo de Estados Unidos”. De esta forma la Constitución concede la máxima autoridad de la seguridad nacional a un solo ejecutivo.