Larry Summers se retiró hace unos días del grupo de nominados para elegir al próximo presidente de la Reserva Federal. El cargo, actualmente ocupado por Ben Bernanke, ejerce un enorme poder sobre los cambios económicos a corto plazo. Malas decisiones de la Reserva Federal pueden provocar una recesión o por el contrario dar impulso a los mercados en poco tiempo. Por ese motivo, la característica más importante de la Reserva Federal es su independencia ajena a los objetivos cortoplacistas de políticos electos.
Los precios de las acciones y los tipos de cambio de mercados emergentes como la India e Indonesia se han visto gravemente afectados en estas semanas. La causa más inmediata es la simple noticia de que la Reserva Federal podría reducir la gigantesca cantidad de estímulos que ha estado aplicando a la economía mundial. Pero lo que realmente se está comprobando es el fracaso de disponer de dinero fácil a largo plazo como sustituto de la adopción de cambios económicos fundamentales.
Los legisladores vuelven hoy a Washington con sólo nueve días hábiles en la Cámara de Representantes antes de que expiren algunos programas del proyecto de ley agraria, a finales de este mes. Con el límite de la deuda acechando y el Congreso inmerso en las consideraciones sobre una acción militar en Siria, es casi imposible que se lleven a cabo auténticas reformas.
Apple y Samsung han estado luchando por las patentes de los teléfonos celulares durante mucho tiempo. Samsung ganó un asalto en junio cuando la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (ITC) sentenció a su favor sobre ciertas patentes, bloqueando por tanto la venta de algunos productos de Apple más antiguos. Pero la administración Obama anuló esa sentencia la semana pasada. La administración debe de tener una buena razón para inmiscuirse en unas disputas legales relacionadas con el comercio, aunque de momento no ha ofrecido ninguna.
En 2013, el gasto federal se acercó a los $3.5 billones. Es complicado hacerse una idea de lo que significa esa cifra. Supone alrededor de $27,000 para cada hogar americano.
En todo Estados Unidos, las familias balancean sus presupuestos, ponen freno al gasto y saldan sus deudas. Si los americanos lo pueden hacer, ¿por qué no el gobierno federal?