La semana pasada durante la celebración del Quinto Foro Global de la Alianza de Civilizaciones de la ONU en Viena, Austria, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdoğan afirmó que “Al igual que el sionismo, el antisemitismo y el fascismo, se hace inevitable que la islamofobia deba ser vista como un crimen contra la humanidad”.
El economista Nouriel Roubini advertía a finales del mes pasado en el Foro Económico Mundial de que el crecimiento económico de los países denominados como los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) está en riesgo: se “anunció con bombos y platillos” sus éxitos pasados, pero el futuro de los BRIC está en riesgo debido a su creciente estatismo.
El pasado 28 de enero en Santiago de Chile, el nuevo organismo regional, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), traspasó su presidencia rotatoria al dictador de Cuba, Raúl Castro. La CELAC, según su principal patrocinador, el presidente de Venezuela Hugo Chávez, es parte de un proyecto histórico para forjar una unión latinoamericana-caribeña que excluya de manera consciente a Estados Unidos y Canadá. No obstante, su carta fundacional indica que la CELAC existe para fomentar la democracia y los derechos humanos.