Latinoamérica tiene una perspectiva pesimista en lo político. Llueven las denuncias de corrupción y tráfico de influencias, basta ver como el panorama de Brasil, Guatemala, Chile y Argentina tienen similitudes casi calcadas: corrupción en empresas estatales para beneficiar a familiares, tráfico de influencias con empresarios mercantilistas y financiamiento irregular de campañas políticas. La solución es siempre la misma: Más Estado y más políticos – para acabar siempre igual, con otra ronda de más Estado y más políticos.
En estos días donde la muerte de Eduardo Galeano ha reverdecido las páginas de su libro Las venas abiertas de América Latina, que alimentó desde los años 70 todos los populismos de izquierda, comprobamos con incredulidad la capacidad que siguen teniendo para mantener a todo un subcontinente en la indigencia democrática y económica. El mayor daño de sus páginas es haber dado una coartada perfecta a varias generaciones de latinoamericanos para huir de la responsabilidad en la miseria de sus pueblos y endosarla al colonialismo europeo y el imperialismo yanqui.