El presidente Obama ha empezado a “evolucionar” en sus posiciones sobre varios temas normativos al mostrar las encuestas que está codo a codo con Mitt Romney. Su más reciente cambio radical de opinión restablece un popular programa de bonos escolares para los niños necesitados en Washington D.C. después de haberle quitado su financiación.
Mitt Romney ha hecho público su plan para reformar el enfermo sistema educativo de Estados Unidos. Se basa en la opción escolar, el empoderamiento de los padres y pide una mayor transparencia de resultados. Por el camino, amonesta a los sindicatos educativos –muy acertadamente– por oponerse a la reforma.
Por todo el país, los estados se están moviendo para facultar a los padres con un mayor control sobre la educación de sus hijos mediante normativas como la opción escolar. Este tipo de normativa, la no centralización de los estándares académicos, es la que mejor satisface las necesidades únicas de los estudiantes.
Se sabe cuando un político está buscando el aplauso cuando habla frente a una multitud de estudiantes universitarios y dice que está allí para ayudarles a devolver sus préstamos para estudios. Al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta la perspectiva del dinero gratis? Pero como dice (en cierto modo) el dicho, cuidado con los políticos que anuncian regalos. Eso está siendo especialmente cierto esta semana pues el presidente Barack Obama está viajando por el país advirtiendo a los estudiantes de que sus tipos de interés en los préstamos para estudios están a punto de duplicarse.
Aunque educación “gratuita” puede sonar como una maravillosa manera de fomentar el éxito de la universidad, el plan Michigan 2020 crearía muchos más problemas que soluciones. No sólo se incrementan los costos del presupuesto del estado y probablemente termine inflando el precio de las matrículas universitarias, sino que presupone que basta con mandar más alumnos a la universidad para que eso se traduzca en éxito académico.