Estados Unidos es la prueba viviente de que el libre mercado funciona. Como nación fundada en la creencia de la libertad, hemos llegado a ser la mayor potencia económica que el mundo haya conocido. A pesar de estar permanentemente rodeados por la evidencia de que los mercados libres crean prosperidad, este sistema económico sigue teniendo detractores.
En estos días donde la muerte de Eduardo Galeano ha reverdecido las páginas de su libro Las venas abiertas de América Latina, que alimentó desde los años 70 todos los populismos de izquierda, comprobamos con incredulidad la capacidad que siguen teniendo para mantener a todo un subcontinente en la indigencia democrática y económica. El mayor daño de sus páginas es haber dado una coartada perfecta a varias generaciones de latinoamericanos para huir de la responsabilidad en la miseria de sus pueblos y endosarla al colonialismo europeo y el imperialismo yanqui.
El comunismo, el sistema más empobrecedor y criminal que jamás haya sido perpetrado contra los trabajadores, pasa a ser su salvador ante el malvado capitalismo, como si los comunistas no hubiesen asesinado a millones, y como si el Muro de Berlín hubiese sido construido por los capitalistas para impedir que los trabajadores oprimidos huyesen rumbo al paraíso socialista.