Estamos a las puertas de conmemorar los 70 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, que en Europa concluyó en mayo y en Asia, definitivamente, en agosto. Y no es, bien sabemos, la única conmemoración cercana referida a los conflictos mundiales. El año pasado se cumplían los 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial. La suma de ambas guerras fue de cerca de 100 millones de bajas, entre civiles y militares. Además de la irreparable pérdida de vidas humanas, la destrucción material fue incalculable.
En materia de alimentación, lo que sucede en Venezuela es bien visible. Basta mirar el redondo estado físico de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello para advertir fácilmente que ellos están realmente muy lejos de las privaciones alimenticias y que de la palabra “hambre” no tienen ninguna noticia. ¿Y el pueblo?
Latinoamérica tiene una perspectiva pesimista en lo político. Llueven las denuncias de corrupción y tráfico de influencias, basta ver como el panorama de Brasil, Guatemala, Chile y Argentina tienen similitudes casi calcadas: corrupción en empresas estatales para beneficiar a familiares, tráfico de influencias con empresarios mercantilistas y financiamiento irregular de campañas políticas. La solución es siempre la misma: Más Estado y más políticos – para acabar siempre igual, con otra ronda de más Estado y más políticos.