Los medios de comunicación no dejan de mencionar que Estados Unidos “tiene 49.1 millones de pobres”, que la pobreza alcanza “niveles extremos”, que cada vez son más los que necesitan estampillas de comida para sobrevivir, y así por el estilo. Aunque no se puede discutir que haya gente en circunstancias de pobreza, primero habría que analizar qué constituye pobreza en Estados Unidos.
Esta semana, el reloj de la deuda nacional de Estados Unidos marcó un hito de pesadilla: la cifra récord de $15 billones. No basta con palabras para describir el alcance del endeudamiento debido al gasto federal, pero es indudablemente una asombrosa cifra que ha crecido drásticamente en la pasada década y es más de $4 billones más grande que cuando el presidente Barack Obama llegó al cargo hace tres años.
Estados Unidos debería avanzar con delicadeza. Un plan calculado que se centre en problemas fundamentales como perjudiciales subsidios chinos, alianzas con territorios cercanos, la transparencia de los mercados y conservar una fuerte capacidad de respuesta ante violaciones de derechos humanos sería una victoria estratégica.