El nuevo sistema para medir la pobreza mide la “desigualdad” de los ingresos, no la “pobreza”. Pero la izquierda se niega a llamar a esto un “índice de desigualdad”, más bien insiste en el uso de la palabra “pobreza” con toda la carga emocional que conlleva. Eso es porque el votante americano típico no está dispuesto a aumentar el gasto social, los impuestos y el déficit para alcanzar el objetivo progre de “igualar los ingresos”.
El gasto está fuera de control y se va a poner peor con la presente política escogida. Los conservadores no tenemos razón alguna para aceptar una mayor presión fiscal sólo para que Washington pueda gastar más. Esta batalla es acerca de poner el gasto bajo control y limitar el tamaño y alcance del gobierno. Dicho simplemente, más impuestos significan más gobierno.
Tres son los programas de derechos a beneficios que nos traen por la calle de la amargura: El Seguro Social, Medicare y Medicaid. Los políticos saben que estos tres programas son las vacas sagradas del presupuesto, temen siquiera hablar de recortes porque eso los dejaría expuestos a la ira electoral de muchos beneficiarios. Sin embargo, la cruda realidad nos dice que no podemos seguir por el mismo camino, pidiendo prestado dinero que no tenemos para cubrir el financiamiento de estos programas.