el presidente realiza un juramento único, prometiendo que “ejecutará fielmente el Cargo de Presidente de Estados Unidos” y que “conservará, protegerá y defenderá la Constitución de Estados Unidos”. No necesitamos una nueva Declaración de Independencia, sino que necesitamos a un presidente que defienda y ejerza con brío su legítimo poder, reconociendo que ese poder no es arbitrario o ilimitado.
“Cinco veces a la semana, con la orientación de un tutor en inglés en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, Chen ha estado utilizando la Declaración de Independencia como libro de texto improvisado”, informa el Washington Post. “Para un hombre que pasó la mayoría de la última década preso en China mientras luchaba por los derechos de sus paisanos, eso debe tener un profundo eco”.
Resulta demasiado fácil, a la vista de tantos problemas difíciles, bajar los brazos por desesperación. Sin embargo, un vistazo a nuestra bandera, empapada por la sangre y el sudor de los patriotas durante más de 200 años, debería poner remedio a esa tentación. Como nos recuerda el libro de Feulner, el Espíritu Americano goza de buena salud, siempre que estemos deseosos de creer en él y de poner de nuestra parte para cultivar nuestro irreemplazable derecho de nacimiento a la libertad.
Hoy 12 de junio se cumple el 25º aniversario del histórico discurso del presidente Reagan en la Puerta de Brandeburgo de Berlín. Sin atender a las objeciones de los consejeros que pensaban que el texto era demasiado provocativo, el presidente Reagan realizó una impresionante petición:
Hay una señal que los soviéticos pueden hacer que sería inequívoca, que promovería de manera espectacular la causa de la libertad y de la paz. Secretario General Gorbachov, si busca Ud. la paz, si busca Ud. la prosperidad de la Unión Soviética y de Europa Oriental, si busca Ud. la liberalización, venga aquí hasta esta puerta. Sr. Gorbachov, abra esta puerta. Sr. Gorbachov…Sr. Gorbachov, ¡derribe este muro!
Parte del problema es la tentación de convertir la experiencia de los militares en una narrativa: guerra buena, guerra mala, amar a las tropas, odiar la guerra. Deberíamos rendir homenaje a las fuerzas armadas por su servicio y su sacrificio independientemente de nuestra opinión política. Y no deberíamos calcular cuánto nos importan en relación con lo que hace el gobierno. Nuestros hombres y mujeres de las fuerzas armadas son nuestros. Proceden de nuestros barrios. Lo que hagamos es lo más importante de todo.