El servicio de corres podría continuar como una institución obsoleta y politizada, condenada a la extinción. O bien, podría convertirse en un dinosaurio a cuenta del contribuyente existiendo gracias a miles de millones en fondos del contribuyente cada año. ¿O se le permitirá reestructurarse e innovar, dándole una oportunidad para encontrar un lugar en la economía de hoy en día? El Congreso debería respaldar la tercera opcióny darle al Servicio Postal una oportunidad de salvarse a sí mismo (y a los contribuyentes) del desastre. Eso significa permitir que el Servicio Postal adopte reformas, no frenarlo.
El discurso del vicepresidente Joe Biden en Nueva York la semana pasada reflejó el hecho de que el historial de política exterior de la administración Obama así como la Doctrina Obama son tan débiles que no ofrecen mucho material para mostrar en año electoral. El nivel de la falta de honestidad del vicepresidente Biden es asombroso. Tan deshonesta como su defensa a la trayectoria de Obama fue la caricatura del historial republicano que pintó el vicepresidente.
Estados Unidos debe reconocer que no puede esconderse de las amenazas ni retirarse para encerrarse en su fortaleza. No hay murallas lo suficientemente altas como para evitar otro 11 de septiembre y alejarse de los enemigos en el exterior no hará que estos desaparezcan. Las fuerzas armadas de Estados Unidos deben estar preparadas para combatir las futuras amenazas; las fuerzas de la ley y los servicios de inteligencia de Estados Unidos deben contar con las herramientas necesarias para impedir atentados terroristas dentro del país y nuestros cargos electos deben reconocer su obligación constitucional de proteger a Estados Unidos de sus enemigos, tanto extranjeros como domésticos.
Es bueno ver que, aunque algunos representantes de la administración pueden tener una perspectiva descarriada, la inmensa mayoría del público americano tiene los pies bien puestos sobre la tierra. De hecho, Osama bin Laden ya hace bastante tiempo que se murió – un año para ser exactos. Por todo el mundo, se han desmantelado redes terroristas, se han diezmado a sus líderes y se han desarticulado campos de entrenamiento terrorista. Sin embargo, como el columnista del periódico Washington Examiner Cal Thomas expone acertadamente, “El terrorismo fluye de un sistema de creencias y una cosmovisión que no serán aplastadas simplemente porque unos cuantos líderes de al-Qaeda hayan desaparecido”.
Así que cuando Armendáriz habló de “crucificar” a las compañías petroleras y gasíferas, no fue una sorpresa. Su crimen fue decir lo que el resto de la administración Obama (incluido el presidente) ha estado pensando y haciendo todo este tiempo. La semana pasada, Armendáriz se disculpó y calificó sus comentarios como “una manera ofensiva e imprecisa de reflejar nuestras iniciativas para tratar las potenciales violaciones de las leyes medioambientales de nuestra nación”. De hecho, aunque sus palabras fueron gráficas, también fueron demasiado acertadas pintando la situación. La administración Obama tiene una obvia agenda política que no se centra en hacer cumplir las normas, sino en atacar de forma vengativa a una industria que no se adecúa a su agenda verde, incluso aunque los americanos dependan de las compañías petroleras y gasíferas todos y cada uno de los días.