Los magistrados de la Corte Suprema estarán escuchando durante estos días los argumentos sobre la constitucionalidad de la ley de salud firmada por el presidente hace un par de años. Esta ley conocida como Obamacare altera por completo la relación Estado-ciudadano y son varios los motivos por los que ha sido llevada ante los tribunales.
Ese era nuestro comandante en jefe en complot con un autócrata antiamericano para embaucar al pueblo de Estados Unidos hasta que sea demasiado tarde. Lo que lo empeora más todavía es que el asunto entre manos (la defensa antimisiles) está relacionado con proteger al pueblo americano frente a países como Rusia.
La Corte hoy escucha argumentos orales sobre uno de los temas más importantes de los últimos 65 años: Saber si la Constitución faculta al Congreso a exigirles prácticamente a todos los americanos que compren u obtengan seguro médico. La respuesta a esa pregunta determinará si el Leviatán federal de verdad sigue siendo un gobierno limitado, con poderes enumerados o si la división de poderes entre el gobierno federal, por un lado, y los estados y el pueblo, por el otro, por fin ha sido borrada. En resumen, el argumento de hoy va al corazón mismo de nuestra república “federalista”, enfrentando a dos visiones radicalmente diferentes sobre el papel del gobierno nacional en nuestras vidas.
En un comentario, captado por un micrófono abierto, al saliente presidente ruso Dmitri Medvédev, en Seúl, Corea del Sur, hoy 26 de marzo, el presidente Obama dejó en claro que va a exhibir mayor “flexibilidad” después de su reelección y que será más acomodaticio con las objeciones de Rusia por la expansión de las capacidades americanas de defensa antimisiles. Lo que el presidente Obama estaba esperando era poder tontear a los americanos haciéndoles creer que él haría todo lo posible para defendernos de los ataques de misiles balísticos de aquí a las elecciones de noviembre.
Desde principios del siglo XX, el proceso se ha democratizado, eliminándose muchos de los sistémicos controles en el arte de gobernar. Este cambio parece haber dado alas a la demagogia y ha empoderado al Poder Ejecutivo, centralizando el poder político, cosa que nuestros Fundadores quisieron evitar. Fortalecer a los partidos políticos podría ofrecer protección contra tal comportamiento.